El curso 2019-20 pasará a la historia del sistema educativo como un curso anómalo, distinto a todos los anteriores, algo completamente nuevo incomparable a ninguno de los que guardamos en nuestra memoria y ni siquiera a los que nos han contado.
Las circunstancias sanitarias consecuencia de la pandemia por el virus COVID-19 llevaron a España a un estado de alarma por el que todo el país tuvo que confinarse a partir del 14 de marzo de 2020, cuando en los centros escolares estábamos en el segundo trimestre. De este modo, con medio curso por delante tuvimos que improvisar sobre la marcha la forma de acabarlo, algo así como idear un nuevo sistema educativo basado en el trabajo a distancia.
Al principio el desconcierto hizo que muchos huyeran hacia delante con la intención de suplir la enseñanza presencial por la virtual intentando mantener el mismo volumen de actividades como si de un simple cambio de método se tratara. Sin embargo, pronto nos dimos cuenta de que el sistema se desbordaba porque, no solo han cambiado la metodología y los instrumentos, sino también la didáctica e incluso los objetivos y contenidos de la educación. La transformación del sistema educativo a la que nos enfrentábamos es de calado.
El nuevo sistema educativo al que obligatoriamente nos abocan las circunstancias del curso 2019-20 requiere una profunda reflexión estructural más allá de pensar en la búsqueda coyuntural de soluciones para que termine con éxito.
La primera reflexión proviene de la sensación de desbordamiento inicial lo que nos hizo aprender que la enseñanza debe tener como objetivo el aprendizaje de competencias básicas. Dicho de este modo no parece nada nuevo, es más, esta frase resulta hasta manida. Sin embargo, ahora ya hemos descubierto el significado real de esta aseveración tan repetida. Los contenidos de las materias e incluso las materias en sí tienen sentido si promueven la adquisición de competencias, y quede claro que no empleo el término aprendizaje, sino adquisición, pues estas se alcanzan o no y además se aprenden siempre con su práctica. Es un aprendizaje que siempre termina en éxito o es que no se ha producido.
Para el alumnado de cursos inferiores queda tiempo. Aún queda margen para hacer estas reflexiones con sosiego y se necesita de estas, pues se trata nada menos que de replantear el sistema educativo, lo que sin duda afectará en los próximos cursos y marcará el futuro de la educación. Sin embargo para el alumnado que finaliza una etapa tan trascendente como la de Bachillerato, la sensación que tenemos es de urgencia, pues hay que resolver este curso y el acceso a la Universidad y apenas faltan unas semanas.
A tenor de esto, puede decirse que el alumnado de segundo de Bachillerato está siendo el más perjudicado en esta etapa de confinamiento, sobre todo por la sensación de incertidumbre con la que están teniendo que lidiar en esta situación tan novedosa. Además, la incertidumbre se suma al de por sí estresante segundo curso de Bachillerato. Un curso muy especial tanto para el profesorado como para el alumnado y sus familias, pues sienten como una espada de Damocles la prueba de acceso a la Universidad desde que empieza el curso hasta el final, con una angustia creciente.
El problema inminente que genera esta situación nos obliga a poner en marcha soluciones, las que queremos plantear en este artículo cuyo objetivo es contribuir a minimizar la sensación de estrés en el alumnado ante la incertidumbre de estos tiempos.
1. Tranquiliza al alumnado
Lo primero es tranquilizar y que el alumnado sepa que hay muchos profesionales muy cualificados en sus centros y en la Universidad buscando las mejores soluciones para que no se vea perjudicado de la situación en lo más mínimo. Sabemos que habrá prueba de acceso a la Universidad y que será presencial, con el correspondiente cumplimiento de las imprescindibles normas sanitarias. Las fechas de su celebración también se han hecho públicas y como no podía ser de otro modo, se celebrarán más tarde que en otros cursos. Por estos aspectos vemos que no hay problema.
2. Como siempre: un 60-40
Tampoco cambian los porcentajes con los que se calcula la calificación de acceso a la Universidad, el 40% será el correspondiente a la nota media final de las pruebas de que componen la fase de acceso y el 60% provendrá de la calificación media de la etapa de Bachillerato. De igual modo, no varía el funcionamiento de la fase de admisión por la que el estudiante tiene la posibilidad de mejorar su nota para acceder a los grados, es decir, de elevar su calificación hasta 14 puntos. Esto es, sumando a su nota de la fase de acceso las dos mejores calificaciones y que más le ponderen para los estudios que desea realizar. En todo esto no hay modificaciones, así que nada por lo que preocuparse salvo en lo de siempre, obtener en todo la mejor nota posible.
3. Cambios en el modelo de examen
El modelo de examen sí ha sufrido modificaciones. Si antes el alumnado contaba con dos opciones de examen, en la prueba de 2020 el modelo de examen cambia y aunque solo hay una opción de examen, las posibilidades de elección para cada estudiante se multiplican pues cada prueba se estructura por bloques y se puede elegir la respuesta con la que obtener mejor nota. Sin duda, es una ventaja.
Se ha perdido la presencialidad
Pero hay que ser realistas y reconocer las desventajas, pues además del desasosiego de la incertidumbre por lo peculiar de este curso, los estudiantes de segundo de Bachillerato de 2020 tienen que enfrentarse a la prueba de acceso a la Universidad sin la cercanía y el acompañamiento de su profesorado. El hecho educativo es profundamente humano y el valor de la presencia del docente es insustituible por ninguna pantalla, por muy buena calidad que esta tenga. Otro hándicap es que en este curso no se han podido hacer simulaciones de exámenes en los centros, lo que siempre era una valiosa herramienta para el alumnado que se “medía” en una situación muy similar a la del examen.
Sin embargo, en este curso tan especial, el alumnado se ha visto sometido a unas circunstancias que también le ha aportado cosas valiosas. La cercanía con las personas con las que convive y la capacidad de organizar de forma autónoma el estudio son dos grandes aspectos que sin duda han enriquecido a esta promoción.
Otra ventaja que se ha obtenido de esta situación es que se ha podido distinguir lo accesorio de lo fundamental. La urgencia de tener que encontrar una respuesta a la nueva situación conlleva deshacerse de aquellos contenidos y procedimientos que no son imprescindibles. Un beneficio para esta promoción y para las próximas, pues obliga a replantearse hasta qué punto en muchas ocasiones el sistema educativo se distrae de lo importante.
En las circunstancias adversas, es necesario saber dar la vuelta a las circunstancias y extraer las enseñanzas más constructivas que ofrecen los momentos vividos, pues siempre se puede aprender algo. Como dijo Séneca, “la adversidad vuelve sabio al hombre”. Es necesario tener en cuenta que la nueva estructura de la prueba beneficia al alumnado pues le va a permitir eludir las preguntas que no conozca y centrarse en contestar las que mejor sabe, luego el sistema augura éxito. Así, puede preverse que las calificaciones sean más altas, aunque también lo serán para todos de modo que apenas habrá beneficio en general, ni tampoco perjuicio.
La promoción bisagra
De forma inesperada, los estudiantes de segundo de Bachillerato del curso 2019-20 pasarán a la historia como una promoción bisagra desde el sistema educativo tradicional basado en el academicismo más clásico y analógico hacia un nuevo sistema educativo. Un modelo de sistema educativo que aún está por definir pero del que avistamos algunas cosas que este confinamiento nos ha mostrado.
El confinamiento nos ha enseñado que el sistema educativo que necesitamos deberá estar más centrado en los conocimientos esenciales para desarrollar competencias, que quizá la estructura temporal basada en las clases de una hora podría revisarse, que lo importante es conseguir que el alumnado desarrolle competencias que le sirvan para la vida…
También hemos descubierto que las tecnologías son una ventaja cuando se incorporan a la cotidianeidad del aprendizaje, aunque sabemos con total claridad, y lo sentimos en nuestra emoción, que la teleeducación puede y debe combinarse con la enseñanza presencial. El contacto humano es imprescindible para la calidad de la educación pues aunque las pantallas complementen con gran eficacia el proceso educativo por el que se desarrollan los objetivos educativos, ningún artefacto podrá sustituir a la mirada, al abrazo o la caricia; en una palabra, el hecho de sentirnos cerca.
Los estudiantes que se enfrentan a la prueba de acceso a la Universidad en 2020 pueden confiar en que todo el proceso se ha pensado para que ellas y ellos superen la situación y que no haya parón alguno en el camino hacia su proyecto de vida, hacia sus sueños. Tranquilas, tranquilos, todo saldrá bien.
Ana Cobos, presidenta de COPOE
Ana Cobos es orientadora en el Instituto de Enseñanza Secundaria Ben Gabirol de Málaga, actividad que compagina con la presidencia de COPOE (Confederación de Organizaciones de Psicopedagogía y Orientación de España). A su vez, es profesora en la Universidad de Málaga.