Los centros escolares del siglo XXI reclaman nuevos modelos y tendencias pedagógicas a partir de las cuales los alumnos puedan convertirse en el centro de su propio aprendizaje.
No solo en las actividades que se desarrollan dentro del aula, sino en un contexto educativo que engloba mucho más allá de los espacios, los equipamientos o el material didáctico.
Es decir, además del colegio como contexto físico, es muy importante atender desde estos a la socialización e interacción entre todos los miembros de la comunidad educativa. Todos estos factores en conjunto brindarán y potenciarán, también, la autonomía de los alumnos.
De este modo, los espacios escolares forman así, parte de un contexto más emocional, colaborativo y, principalmente, con la capacidad de adaptarse a las necesidades que cada alumno reclama en base a sus habilidades y competencias.
En este sentido, desde los centros escolares debemos apostar por enfoques innovadores y flexibles con el objetivo de dirigir los sistemas educativos hacia una realidad global y que se encuentra en plena transformación no solo teniendo en cuenta el mundo en su conjunto, sino también, teniendo en cuenta las nuevas tendencias sociales y laborales.
Transformación de los espacios escolares
Como hemos mencionado, la educación reclama la trasformación de los espacios escolares y, por ello, debemos adaptarlos a las nuevas exigencias y perspectivas del siglo XXI. En este contexto, las instalaciones y las aulas de los colegios conforman una parte más de la actividad docente. Es fundamental que estos espacios sean organizados y se adapten a las nuevas exigencias metodológicas y tecnológicas.
Por ejemplo, en Mirasur School, colegio referente en el uso de nuevas metodologías y en innovación educativa, los amplios espacios interiores, permiten que los alumnos puedan trabajar y desarrollar sus competencias en ellos.
El objetivo de un colegio es que se respire aprendizaje en el ambiente, además de que los alumnos estén en contacto y con acceso a la información de manera constante. Para ello, debemos llenar los pasillos de proyectos que cuentan historias, proyectos con los que los alumnos se sientan identificados y desde los cuales los alumnos puedan adquirir información de valor para su formación.
En este contexto, tampoco debemos olvidarnos de la importancia que tienen los espacios específicos para el desarrollo de actividades que fomenten tanto la participación como la autonomía de los alumnos. Por ejemplo, laboratorios, aula de robótica, biblioteca, espacios co-working, sala de música, aula de inteligencias múltiples, salón de actos o espacios exteriores donde los alumnos puedan jugar y realizar ejercicio.
A modo de conclusión, el entorno escolar al que debemos aspirar es aquel que favorece un buen ambiente emocional y psicológico. Hablamos de un modelo de aprendizaje que suscita y refuerza el desarrollo de las facultades sociales y cognitivas de los alumnos. Los centros educativos son espacios de aprendizaje seguros, donde los docentes acompañan al alumno durante toda su etapa educativa y que la comunidad educativa a de sentir como propios.
Autor:
Pedro Sampedro, director de Mirasur School
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