El sistema educativo a partir del 2020: retos y propuestas

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Comenzamos en España el nuevo año y el cambio de dígito de la década con un Gobierno para el Estado que promete muchas novedades, también en Educación. En este artículo nos proponemos reflexionar sobre las propuestas que se nos hacen para aportar, como siempre, un granito de arena procedente de lo que aporta la vivencia cotidiana en los centros escolares.

En principio, empezamos con buen pie cuando el Ministerio conserva el nombre de Educación y Formación Profesional, pues es imprescindible la visibilización de la Formación Profesional al lado de otras etapas educativas y de la Universidad.

La Formación Profesional es una de las claves del éxito educativo, pues proporciona la cualificación imprescindible para que las personas puedan conseguir un puesto de trabajo y con ello una integración social y personal efectiva en la sociedad.

Sin embargo, es importante tener en cuenta que a la Formación Profesional no se llega a los dieciséis años, sino mucho antes, tras un largo proceso que consiste en trabajar con el alumnado desde el comienzo de su escolarización desde la orientación educativa.

Dicho de otro modo, para que un sistema educativo sea realmente de calidad es completamente necesario que se invierta en la educación integral y ello pasa por desarrollar simultáneamente varios retos que el sistema educativo español arrastra desde siempre y que ya resulta urgente abordar si queremos realmente conseguir la transformación imprescindible que todos sabemos que se necesita. Veamos cuáles son esos retos.

Primer reto: la formación y selección del profesorado

La ristra de reformas a las que ha estado sometido nuestro sistema educativo en las últimas décadas apenas ha planteado la formación y selección del profesorado, lo que resulta insólito, pues son los mimbres con los que se va a hacer el cesto del sistema educativo.

Los sucesivos gobiernos que han planteado reformas no han tocado el asunto, de modo que ha sido posible que mientras la norma cambiara, no se moviera nada en las aulas, pues la nueva norma ni siquiera ha sido leída por muchos de los que la tenían que hacer efectiva en los centros. Todos los que estamos en la práctica educativa sabemos que esto ha ocurrido siempre y que “del dicho al hecho” hay tanto trecho como de los documentos a la práctica en las aulas.

Para abordar este asunto es necesario que exista una coordinación efectiva entre quienes gestionan el sistema educativo con los que tienen la responsabilidad de la formación inicial del profesorado en la Universidad, es decir, que se trabaje sobre las competencias que ha de tener el docente no para “enseñar”, sino para conseguir que el alumnado “aprenda”, lo que parece un galimatías pero que, sin embargo, es la prioridad: el profesorado debe saber cómo conseguir que el alumnado aprenda.

La investigación educativa puede proporcionar mucha luz al respecto, pero no la investigación que venimos conociendo desde siempre, que casi podemos calificar como una endogamia universitaria, sino una investigación desde y para la práctica protagonizada por los profesionales que han demostrado ser capaces de transformar contextos para mejorar la vida de su alumnado.

En consecuencia, la selección del profesorado no puede basarse en el desarrollo de contenidos por temas, ni en la competencia de la memoria o en la de exposición del currículo, sino en la capacidad para conseguir el desarrollo integral del alumnado, que no solo debe aprender contenidos, sino también otras competencias imprescindibles para conseguir el propio bienestar y el de la comunidad a la que se pertenece. Para conseguir un sistema educativo de calidad es necesario que el profesorado esté muy bien formado para extraer lo mejor del potencial de cada estudiante.

Por otro lado, y al hilo de la valoración del profesorado, deberían plantearse nuestros gestores alguna vez en la historia el diseño de una carrera docente que incentivara a los más comprometidos, que son muchos y muy valiosos. Asimismo, sería necesario el reconocimiento del profesorado veterano con alguna fórmula imaginativa que complementara que a la vez que pudiese disfrutar de la merecida jubilación, pudiera seguir vinculado al sistema educativo, especialmente en la formación de los noveles, pues el capital humano y profesional que se pierde con cada jubilación es un auténtico derroche, lo que no nos deberíamos permitir.

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Segundo reto: la transformación del currículo

El sistema educativo español se ha basado siempre en los contenidos académicos y para el aprendizaje de estos en la comprensión y la memoria. Desde luego que no hay que descartar este tipo de aprendizajes, pero sí tener en cuenta que en la era de la información y la comunicación, la accesibilidad a los contenidos deja la memorización de estos en un segundo plano, pasando a ser mucho más relevante saber cómo buscarlos y distinguir los válidos de los que no lo son.

Conseguir la información que se precisa con eficacia y credibilidad es una competencia que se hace imprescindible máxime en un momento de exceso y auténtica saturación. Aun así, no solo basta con que el alumnado desarrolle la competencia de obtener la información, sino también la de conocer cómo elaborar la información y comunicarla. Es decir, un reto pendiente en nuestro sistema educativo es que el alumnado sea capaz de expresarse no solo por escrito, sino también de forma oral, sabiendo a la vez argumentar ideas, razonar y debatir, al tiempo que desarrollar la capacidad de escucha y respeto por ideas distintas.

El currículo ha de contemplar la convivencia como uno de los ejes de los aprendizajes, pero desde luego que no se trata de construir la materia de convivencia como otra materia más de las que el estudiante sabe que hay que aprender para aprobar, sino como una vivencia. Dicho de otro modo, es urgente que el currículo del sistema educativo español comience a basarse en el aprendizaje vivenciado, por el que se aprenden competencias desde la práctica de las mismas. Por ejemplo, ¿cuántos estudiantes implicados en la convivencia de su centro como mediadores obtienen del sistema educativo competencias más valiosas para la vida de esta experiencia que de las horas y más horas de la enseñanza académica requeridas para un examen?

Asimismo, nuestro mundo cada vez más complejo en lo humano reclama cada día que las personas sepan otras competencias implanteables hace décadas en el sistema educativo, como por ejemplo: saber gestionar sus emociones por el bien propio y el común, así como cuidar del medio ambiente y tener una conciencia globalizada de humanidad y respeto a los derechos humanos universales. Y no solo en el entorno más próximo de cada persona, sino con visión amplia de humanidad.

Estas competencias se han denominado “blandas”, probablemente con cierto descrédito e influencia de un mundo neoliberal que desprecia las emociones como si se tratara de un sentimentalismo blandengue, cuando se trata precisamente de lo contrario: es necesario incorporar al mundo visible, eficaz y productivo su otra mitad, porque tradicionalmente el currículo ha estado incompleto, lo que ha sido un perjuicio para todos.

Tercer reto: la atención a la diversidad

Si hay una clave imprescindible para el éxito del sistema educativo es la atención a la diversidad en su sentido amplio, que va mucho más allá de la atención a las necesidades específicas de apoyo educativo. La atención a la diversidad es un continuo que abarca todas las diferencias, desde las más permanentes hasta otras cuya vigencia es temporal. Diversidades sin límites de tiempo ni de etiquetas, sin que tengan que ser relacionadas con la discapacidad, ni con la pobreza, ni con el género. Es decir, inclusión.

La atención a la diversidad que se precisa hacer desde el sistema educativo debe consistir en conseguir que cada estudiante consiga desarrollar al máximo su potencial como ser humano simultáneamente a que ninguno se quede atrás.

Para ello, es imprescindible revisar las metodologías didácticas, pues no tiene sentido que se sigan empleando metodologías tradicionales expositivas con todas las posibilidades que ofrecen las tecnologías. Los estudiantes que ahora ocupan las aulas son nativos digitales y viven en contextos de redes tecnológicas que superan los entornos físicos para sus relaciones sociales y los códigos de la comunicación presencial se les quedan insuficientes para la comunicación, por ello hay que rentabilizar las tecnologías en su uso educativo. Es necesario insistir en que ningún alumno ni alumna se quede atrás utilizando para ello todos los medios que estén al alcance del profesorado, que para eso son los profesionales que han de saber cómo llegar a cada estudiante para optimizar su desarrollo,. Y en este punto volvemos como en un bucle a la selección del profesorado.

Para una atención a la diversidad efectiva es necesario contar con los docentes más competentes y como veíamos en el primer reto, con una formación muy rica y especializada del profesorado que le faculte para abordar la diversidad de las aulas, un reto que revolucionará el sistema educativo, pues desde la escuela es donde ha de ponerse la primera piedra para construir una sociedad y un mundo realmente inclusivo.

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Cuarto reto: la orientación educativa

La orientación educativa está inmersa en todos los retos anteriores, sin embargo es necesario prestarle especial anteción, puesto que ha de estar más visible en el sistema educativo, ya que es uno de los agentes más directos en la consecución de la calidad. Argumentemos esta idea basándonos en sus tres pilares: la acción tutorial, la atención a la diversidad y la orientación vocacional.

La acción tutorial consiste en el seguimiento de todo lo que concierne al alumnado y que es complementario a lo académico. Ahí es nada pues nos referimos a casi todo. Desde la acción tutorial se atiende a las necesidades tanto estructurales como coyunturales que presentan los estudiantes, por ejemplo: alteraciones emocionales propias de la adolescencia como consecuencia del divorcio de los padres, de las relaciones afectivas…

Cuestiones que serán clave en el éxito académico del alumnado y que precisan de la intervención del profesional de la orientación y del seguimiento del tutor en coordinación con la familia. Es de recordar al hilo de este argumento que los problemas de salud mental de los niños y jóvenes no cesan de aumentar en los últimos años y que el suicidio es una de las primeras causas de fallecimiento en los adolescentes.

La gestión emocional y la educación en valores es otra de las piezas clave para el desarrollo integral de las personas. Todos conocemos casos de personas que teniendo una carrera profesional exitosa y siendo expertos en sus disciplinas no saben ser felices, convivir y gestionar sus emociones y han sido nefastos compañeros, esposos o ciudadanos.

Desde la acción tutorial también se trabajan los programas de educación para la salud, de modo que el alumnado accede a contenidos que, sin ser curriculares, serán decisivos para su vida y le llevarán a prevenir drogodependencias, tecnoadicciones, un embarazo no deseado o una enfermedad de transmisión sexual, al tiempo que les servirán para aprender cómo cuidar de su salud con programas de alimentación, vida saludable o educación vial.

Es necesario potenciar la orientación educativa dentro del sistema educativo en un pilar tan importante como la atención a la diversidad pues es la clave del éxito, ya que los orientadores contribuyen a la detección precoz de las necesidades del alumnado, así como a la organización de la respuesta educativa, lo que sin duda revertirá en la equidad del sistema, en eso de que “ninguno se quede atrás”, insisto. Y también insisto en la idea de que la atención a la diversidad es mucho más que el trabajo con el alumnado con necesidades especificas de apoyo, pues todo el alumnado puede presentar alguna diversidad a lo largo de su vida y tiene el derecho a recibir la respuesta educativa que necesita, pues de eso se trata la inclusión.

En cuanto a la orientación vocacional, mantenemos la necesidad de que se potencie la orientación en el sistema educativo, pues es imprescindible que los estudiantes contemplen el desarrollo de un proyecto de vida vinculado al proyecto profesional en cuanto aportación de la propia vida a la sociedad. El proyecto de vida se relaciona con una de las ideas fuerza de la orientación educativa como es la de la “orientación a lo largo de toda la vida”, por ello la orientación vocacional ha de comenzar con la escolarización y acompañar a las personas a lo largo de su vida.

Al comienzo de este artículo decíamos que “se llega tarde” cuando se quiere acompañar al estudiante en su toma de decisiones vocacionales a los 16 años, pues efectivamente el inicio del proceso es muy anterior. Por ejemplo, cuando una persona decide estudiar Medicina al acabar Bachillerato, son muchas las decisiones que ha debido tomar previamente como: el tipo de matemáticas de 3º de ESO (académicas o aplicadas), el itinerario de 4º de ESO a elegir (académico o aplicado), la modalidad de Bachillerato y el itinerario y optativas dentro del mismo, y sobre todo qué nota media mantener a lo largo de su escolarización.

Para evitar que un estudiante abandone el sistema educativo a los 16 años es preciso que exista una presencia efectiva de la orientación a lo largo de toda su escolarización para saber que existen opciones y que la formación no termina en el fracaso escolar en la Secundaria. Es más, es el momento de empezar un nuevo camino y nunca de abandonar.

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Quinto reto: la apertura al entorno

La escuela del siglo XXI no puede seguir siendo una escuela de puertas cerradas, sino todo lo contrario. Es necesario que los centros se abran a su entorno con la participación activa de las familias, las empresas y las entidades. Los entornos de la era digital van más allá de los entornos físicos, por ello los entornos educativos han de ser universales, ya que las tecnologías lo permiten.

El sistema educativo del futuro debe ser más permeable a los contextos y abrir sus puertas a que trabajen las personas que tengan algo que aportar, no solo las familias que de por sí son comunidad educativa, sino otras entidades como las empresas, donde el alumnado puede aproximarse a la realidad laboral, lo que será muy importante en sus decisiones vocacionales y por consiguiente en su proyecto de vida y bienestar personal. La presencia de los ancianos en el sistema educativo sería también muy interesante, ya que nuestro sistema es demasiado rígido con las cohortes de edad y permite muy poco el intercambio intergeneracional lo que sería muy enriquecedor.

En definitiva…

Los retos a los que se enfrenta el sistema educativo español son un auténtico desafío de modernidad que precisa que la administración educativa cuente con técnicos de alta cualificación que sepan cómo se hacen las reformas para que sean efectivas, que se basen en los datos que refleje la investigación sobre la práctica para tomar decisiones, así como en la experiencia y criterio de los profesionales que están en los centros, a pie de aula.
Un sistema educativo que incluya a todas las personas para que las siguientes generaciones aprendan a convivir con la riqueza de la diferencia y el valor del compromiso compartido del bienestar universal.


Por Ana Cobos Cedillo, presidenta de COPOE

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