Los datos son demoledores: en China y Japón, el 20% de sus habitantes sufre adicción a las nuevas tecnologías. En el resto del planeta, las cifras descienden hasta el 6%. Y esto no ha hecho más que empezar. No hemos sido educados en el uso saludable de la tecnología, algo demasiado nuevo para la mayoría. Los padres y docentes no han sabido marcar las líneas rojas y hoy hablamos de una adicción tan peligrosa como la de las drogas.
“Se trata de una problemática creciente que cada vez detectan más en los centros especializados en atención integral de las personas con trastornos por consumo de sustancias”, explican desde la UNIR. “La frecuencia de trastornos adictivos sin sustancia –lo que comúnmente se denomina “adicción a las nuevas tecnologías”- se está incrementando”.
Y es que, si bien son los niños y adolescentes los que, por su periodo evolutivo, tienen un mayor riesgo, la edad de riesgo de la adicción se extiende hasta los 30 años. De entre todos, quienes llevan la peor parte son aquellos adultos jóvenes que juegan videojuegos online o consumen juegos de azar online. Aspectos ambos que la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha incluido recientemente dentro de la categoría de adicciones comportamentales.
Experto en Adicción a las Nuevas tecnologías
Así lo explica Teresa Sánchez, directora del Experto Universitario en la Adicción a las Nuevas Tecnologías. El nuevo título de UNIR que busca formar a profesionales del ámbito de la sanidad y de la educación para que, a través de la detección precoz y de estrategias de prevención primaria y secundaria, se pueda disminuir la incidencia de esta problemática. “Los niños y adolescentes son los que más utilizan las nuevas tecnologías para comunicarse, buscar sensaciones y su ocio. En la medida en que se cumplen años, menos problemático se considera su uso; la pérdida de novedad contribuye también a que su uso sea menor”, constata Sánchez. No obstante, si cada vez trabajamos más con ordenadores y usamos los Smartphone para navegar por Internet, comunicarnos en redes sociales, comprar o jugar… ¿qué riesgo existe de adicción?
Atención a las señales
“El mal uso de la tecnología no está presente en todas las personas que hacen uso de ella. Existen señales como la sensación de ansiedad cuando no se está utilizando o el sentir una imperiosa necesidad de conectarse para revisar los mensajes (aunque no sean urgentes). “También la falta de control o de respeto de los límites para la finalización del uso de dispositivos y los pensamientos repetitivos y obsesivos sobre el uso de la tecnología” son señales de esta adicción, tal y como advierte la experta de UNIR.
También es cierto que hay ciertas características que hacen a determinadas personas vulnerables. Por ejemplo, las personalidades compulsivas e impulsivas, el temperamento “buscador de sensaciones” o las personas introvertidas, con una baja autoestima o percepción negativa de sí mismas que quieren proyectar un yo ideal online, diferente del offline.
Ante esta situación, Sánchez hace hincapié en la importancia de la promoción de la salud, donde la mayoría de las actuaciones se enfocan a actuar en grupos de riesgo para evitar el inicio de la adicción. En caso de que ya se haya producido, hay que “trabajar para que tengan las mínimas consecuencias posibles y evitar recaídas”.
Un importante trabajo que cada vez se desarrolla más en los crecientes centros específicos para tratar la adicción a las nuevas tecnologías, donde también se hace necesario ampliar la perspectiva y formación de los profesionales para, a través de una labor multi e interdisciplinar, abordar esta situación. Problemática que, si bien comparte aspectos comunes con las adicciones tradicionales como pueden ser los biológicos y los comportamentales, demuestra su peculiaridad en el tratamiento.
“La finalidad con un trastorno por consumo de sustancias es la abstinencia, pero en la era de la tecnología es imposible. De ahí que el trabajo con estas personas dependientes es el de realizar un buen uso de los aparatos, aplicaciones o redes virtuales que le sume en vez de restar”, reconoce la docente de UNIR.
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