Se suponía que los MOOC (Cursos Abiertos Masivos Online) iban a suponer una revolución en la educación. Sin embargo, no han estado a la altura de las expectativas. Las universidades han colocado a cientos de profesores frente a las cámaras, filmando sus clases, tal como se hizo en los comienzos de la televisión, pero no ha sido suficiente.
Esto no quiere decir que los millones de horas de contenido online no sean valiosas. Los límites, por tanto, se encuentran en la capacidad de la tecnología subyacente para personalizar el material tanto para el individuo como para el coach.
Pero parece que esto va a cambiar gracias a la realidad virtual, la inteligencia artificial y los sensores de movimiento. Para poder recrear esta situación, Vivek Wadhwa, distinguido profesor en la Carnegie Mellon University Engineering de Silicon Valley, ilustra la situación con una imaginaria escuela futura.
Inteligencia artificial + coach humano
En este aula imaginaria, Wadhwa sitúa a un tal Clifford como un tutor digital basado en inteligencia artificial, y a una tal Rachel, como coach educativa humana. Clifford ha estado con niños durante años, por lo que entiende perfectamente sus fortalezas y debilidades. Personaliza cada clase para llegar a todos ellos. Para un niño al que le gusta leer libros, enseña matemáticas y ciencia de forma tradicional, a través de sus tablets. Si, por su parte, los niños leen menos o son más visuales, les pide que se pongan sus auriculares de realidad virtual para, por ejemplo, hacer una excursión al Egipto de hace 4.500 años.
Al observar la construcción y el diseño de las pirámides, los niños aprenden la geometría de los diferentes tipos de triángulos y las matemáticas que esconden estos magníficos monumentos. También aprenden historia y cultura, en este caso egipcias, al conocer lo que pensaban los genios que las planificaron y construyeron. A su vez, Clifford enseña arte, música y biología a través de simulaciones holográficas.
Mediante el uso de sensores de movimiento avanzados para observar el tamaño de las pupilas de los niños, sus movimientos oculares y cambios sutiles en el tono de voz, Clifford registra su estado emocional y el nivel de comprensión ante esa materia. No hay presión de tiempo para completar las lecciones y no hay exámenes ni calificaciones. Sin embargo, Clifford sí puede decir a los padres cómo está el niño cada vez que quieran saber algo y puede aconsejar al humano, Rachel, sobre qué enseñar.
Por su parte, Rachel no da clases magistrales ni garabatea hechos o ecuaciones en una pizarra. Está allí para escuchar y ayudar. Hace preguntas para ayudar a desarrollar los valores y el pensamiento de los niños y les enseña cómo trabajar con los demás. Tiene la responsabilidad de garantizar que los estudiantes aprenden lo que necesitan, y los guía hacia donde Clifford no puede llegar. También ayuda con la parte física de los proyectos, las cosas hechas de materiales reales, en lugar de en la mente o la máquina.
A precios asequibles
Con Clifford como profesor y Rachel como coach, los niños ni siquiera se dan cuenta de que todo lo que están aprendiendo. Están construyendo cosas geniales, jugando a videojuegos o viviendo ‘in situ’ la historia. Clifford, al ser un software y haber surgido de la misma manera que las aplicaciones gratuitas de nuestros smartphone, no tiene gastos. El coaching de Rachel lo sustenta la educación pública y se financia como los maestros de hoy en día.
«Ya contamos con maestros maravillosos que nos apoyan y pueden enseñar el trabajo en equipo y los valores. Y es que, aunque no lo creáis, tenemos la capacidad de crear un Clifford a día de hoy», añade Wadhwa. Las herramientas y sensores de inteligencia artificial para observar las emociones humanas están comúnmente disponibles a través de teléfonos móviles y asistentes digitales, y los auriculares o gafas de realidad virtual pronto serán lo suficientemente potentes y asequibles para el aprendizaje holográfico.
Seguro que, en menos de dos o tres años, las gafas de realidad virtual costarán menos 100 euros y tendrán chips integrados de inteligencia artificial, lo que permitirá que miles de millones de personas se beneficien de la revolución educativa que se avecina.