La sobreexposición a millones de datos, la información de todo tipo que poco o nada tiene que ver con nosotros, el ruido de una sociedad que apenas tiene tiempo para parar… Todos estos elementos, combinados sin ton ni son en una coctelera de la que bebemos a diario han hecho necesaria el mindfulness. La pregunta del millón es si realmente es importante todo lo que así etiquetamos día a día y todos sabemos que no. Tal vez sea urgente, tal vez simplemente corra prisa… Para quienes practican esta filosofía de vida milenaria, solo será realmente importante todo aquello que seamos capaces de recordar dentro de 10 años. El gran éxito de esta disciplina es recordarnos lo que nuestras abuelas han sabido desde siempre. Que hay que vivir el momento.
El problema es que hemos olvidado algo que traemos todos de serie; algo que los niños hacen sin esfuerzo alguno. La atención consciente, atención plena o “mindfulness” nos permite tomar consciencia de nuestra experiencia en el momento presente. Es algo así como quitar el piloto automático de nuestras vidas y aprender a pilotar con todos los sentidos en cada minuto.
Dicen que los mejores estrategas del mundo practicaban la atención plena de forma inconsciente. Nosotros podemos aprender a ser conscientes de cómo pensamos, nos movemos, y cómo reaccionamos ante cada momento de la vida. Que nadie se equivoque. No es fácil, pero sí está al alcance de cualquiera que desee probarlo, experimentarlo y darse de bruces con la realidad: vaciar nuestra mente y dejarla en el punto que estamos viviendo en cada segundo, es muy complicado. Trasladarlo a nuestras aulas no es un ejercicio sencillo, pero merece la pena intentarlo…
Un pequeño ejercicio para empezar
Hay una pequeña pasa que está dando grandes frutos a millones de personas en todo el mundo: con ella daremos nuestros primeros pasos en la atención plena.
Para iniciarnos los expertos nos sugieren que cojamos la pasa con nuestros dedos y la observemos atentamente con la mirada. Fijarnos en sus arrugas, en su color, en sus texturas, en los diferentes elementos que conviven en ella. Uno debe ser capaz de ver este pequeño fruto en toda su dimensión: pensar que el hombre es capaz de fabricar un cohete, pero nunca una pasa. Reconocer su grandeza es esencial.
Después le llega el turno al tacto. Con los ojos cerrados trataremos de identificar las arrugas que hemos visto, las texturas, ese cuerpo extraño que le unía a las otras uvas. Aún sin abrir los ojos, colocaremos la pasa en la boca y sentiremos sus formas; aunque esta vez con la lengua y no con los dedos. Este rito iniciático, sencillo y complejo a la vez, debe realizarse sin prisa, con plena consciencia. Finalmente, llegará el momento de comer la famosa pasa; pero será algo más tranquilo y meditado que nuestro engullir diario.
La primera gran lección del “mindfulness” es sencilla: en unos minutos seremos capaces de volver a disfrutar del presente como cuando éramos niños. Lo verdaderamente complejo, es lograr esta atención plena sin distracciones en todo momento. Ese es el objetivo.
No te lo creas…
La psicóloga Toni Bernhard, autora de “Viaje hacia el despertar”, ha querido desmentir algunos mitos del ‘mindfulness’…
1. Cualquiera puede practicarlo
La generosidad y la bondad están ligadas de forma inseparable a esta disciplina: la atención consciente de un francotirador jamás tendrá nada que ver con ‘mindfulness’.
2. Es muy fácil
Que lo puede practicar cualquiera en cualquier circunstancia es verdad, pero es verdaderamente complicado lograr estar atento durante un buen rato.
3. Contrario a algunas religiones
Cualquier persona puede practicarla, sea o no religiosa, y haya o no practicado meditación.
4. Trata problemas psicológicos
Toni Bernhard está totalmente en contra de esta afirmación. Cuando la mente se calma, los problemas sin resolver aparecen con mayor nitidez, dando paso a emociones negativas.
5. Ayuda a ser más feliz
El ‘mindfulness’ nos ayuda a centrarnos en el momento que vivimos —bueno o malo— y de forma más intensa. Esto no nos hará más felices, pero sí nos permitirá vivir en paz.