Ocho formas de enfrentarse –y vencer- al síndrome postvacacional

0

Sí, existe y está demostrado que cada año lo padecen más personas y cada vez más jóvenes. El síndrome postvacacional es según Fernando Miralles,  profesor de Psicología de la Universidad CEU San Pablo, “una tristeza elevada o depresión menor que no está reconocida como enfermedad –ya que casi nunca llega a desencadenarse-, pese a que haga sufrir a la persona que la padece y convierta los primeros días después de las vacaciones en un auténtico infierno”. Para el profesor Miralles, una de sus causas más importantes es “percibir el trabajo como algo negativo y no como un apartado más de la vida en el que tenemos que realizarnos”. Para quienes aún no trabajan, este síndrome se relaciona con la cercanía de la “vuelta al cole”, el adiós a los pies descalzos, a la siesta a la sombra, a los baños nocturnos, a los amigos y amores de verano… Existir, existe, pero no afecta a todos por igual: si regresamos a una “vida real” estimulante, su duración e intensidad serán mucho menores. Si no es así, estamos a tiempo de cambiar algunas cosas.

síndrome postvacacional

El profesor Miralles divide los síntomas del estrés postvacacional en físicos y psicológicos. Entre los primeros, que casi siempre vienen asociados al estrés, destacan “el cansancio, la fatiga, la falta de apetito, los dolores musculares, los dolores de cabeza y las molestias en el estómago”. Tristeza, irritabilidad, poca concentración y una gran falta de interés por los estudios o el trabajo, y en general por nuestro día a día, son los principales síntomas psicológicos. Además, existe una serie de factores precipitantes que favorecen la aparición del síndrome. En primer lugar, muchas personas se equivocan al romper drásticamente con las vacaciones: así, cuando regresamos a nuestro entorno natural, el reloj biológico todavía está descompensado: acostumbrados a trasnochar y a levantarnos tarde, el cuerpo sufre mucho.

El estrés postvacacional de los trabajadores es el más estudiado desde hace años. De él sabemos que afecta más a las personas que no están conformes con su puesto y a quienes han tenido algún problema justo antes de irse de vacaciones: el miedo a que al volver permanezca puede con ellos. La mayoría de los casos tiene rápida cura: unos días de cruda realidad nos ayudarán a dejar de lado las vacaciones para volver a la rutina. Algunos, los menos, se quedarán enganchados en su tristeza. “Si a los quince días la persona se sigue sintiendo mal, debería ir a un especialista pues podría ser que padeciera una depresión encubierta, aunque esto es algo que no sucede casi nunca”, avala Fernando Miralles.

¡HOLA RUTINA!

Pero no todo son malas noticias. Los expertos de TISOC Coaching nos enseñan a revertir este síndrome y conseguir una buena vuelta a casa. “Tras el cambio de aires que se produce en verano, la mente está de nuevo preparada para crear,  ya que al alejarnos de nuestro día a día habitual podemos ver las cosas desde otra perspectiva”, afirma Gema Pomares, Experta en Coaching Educacional de TISOC Coaching. Las ocho claves que ellos proponen para poner el foco en lo realmente importante y emprender esta nueva etapa con energías renovadas son:

  • Agradecer el tiempo de descanso. Disfrutar de unas vacaciones es un enorme privilegio.
  • Intentar mantener algunos de los hábitos de las vacaciones. Conviene hacer una lista con los hábitos que nos han ayudado a estar mejor y tratar de incorporarlos a la rutina habitual: pasear, hacer deporte, estar con amigos etcétera. Mantener en suma aquello que “nos sienta bien y nos hace felices”.
  • Actitud positiva.  Descartar  las excusas y los pensamientos del tipo: “se acabó lo bueno, toca esperar un año para volver a disfrutar…” La realidad es que la vida puede ser siempre divertida, lo que determina que lo sea o no es la ACTITUD. Hay que preguntarse cuál es nuestra actitud ante la nueva etapa: ¿Es constructiva o derrotista?
  • Potenciar el cambio exterior para facilitar el cambio interior.  De este modo se puede sentir ilusión con la posibilidad de que algo nuevo y estimulante pueda suceder. Acciones como  cambiar de sitio los elementos decorativos de la vivienda, despejar la mesa de trabajo,  regalar la ropa que se vaya a usar, vaciar cajas llenas de trastos, pueden ayudar a crear espacios vacíos para que entre lo nuevo en la vida.
  • Buscar nuevas formas de hacer las cosas: un nuevo camino para ir al trabajo, un desayuno diferente, una programación de actividades diarias que  incorpore momentos para el descanso y el ocio, etc.
  • Fijar nuevos retos para esta etapa: qué nos gustaría aprender, a quién quisiéramos conocer, con quién podemos mejorar la relación, qué hábitos queremos iniciar.
  • Diseñar un plan para los últimos días de vacaciones, de forma que poco a poco se pueda  coger el ritmo de vuelta al trabajo o al colegio; recuperar progresivamente los horarios de descanso, de comidas, etc.
  • Atreverse a llenar los días de momentos especiales. Como son nuestros días, así es nuestra vida. Es imprescindible recordar que en las cosas sencillas se puede encontrar mucho placer, siempre que nos encontremos  en actitud de disfrute.