El conjunto de las administraciones y la sociedad civil deben unirse para luchar contra la violencia machista, y la educación no puede estar al margen. Así lo han entendido Kira Fumero, Marian Miró y Carmen Ruiz, autoras del libro “Escuelas libres de violencias machistas”, editado por la Universidad de las Islas Baleares. En esta entrevista profundizan sobre el tema y piden que el feminismo y la diversidad lleguen a las aulas.
Prevenir las violencias machistas en las aulas es imprescindible para trabajar por un mundo justo e igualitario. La igualdad sigue siendo llevada a las aulas de manera voluntaria por una parte del profesorado que se esfuerza por un cambio con perspectiva de género que nos permita que en el proceso de enseñanza-aprendizaje se dé cabida a la visibilización de la labor de las mujeres, a la desmitificación del amor romántico, a las relaciones en igualdad, al respeto a la diversidad en cuanto a identidades y orientaciones sexuales, etc. Para ello, para llevar el feminismo y la diversidad a las aulas, el profesorado puede encontrar en el libro “Escuelas libres de violencias machistas” (Ediciones UIB) la ayuda necesaria. Un trabajo que parte de la teoría para aterrizar en la práctica cotidiana con estrategias y recursos concretos que hablan del aula del siglo XXI, de la adolescencia y la infancia de hoy en día, de las relaciones tal y como las queremos en el futuro. Un libro, en resumen, que parte de la realidad para llegar a cambiarla. En esta entrevista, sus autoras Kika Fumero, Marian Moreno y Carmen Ruiz Repullo profundizan sobre este complejo asunto.
—Habláis de violencias machistas, ¿por qué en plural?
—Hablamos en plural porque las violencias que se desprenden del machismo son varias: violencia simbólica, violencia física, violencia psicológica, violencia lgbtifóbica, etc. Por eso, por ser plural, las estrategias para prevenirla también deben ser plurales.
—¿Cuáles serían estas violencias machistas que aún permanecen en la escuela o han llegado de nuevo cuño?
—Las violencias machistas no son de nuevo cuño, como mucho son nuevas las formas de extenderla (redes sociales, etc.), pero son las de siempre: minusvaloración de las mujeres y de las personas lgbti, violencia explícita, cosificación de las mujeres e invisibilización de las mismas.
Ideas distorsionadas
—¿Cuál es el punto de partida del alumnado hoy respecto a este tema? ¿Con qué ideas llegan los chicos y chicas a las aulas?
—Es indudable que hoy en día hay más información, pero también es cierto que algunas veces llegan con ideas distorsionadas de lo que es la igualdad y el machismo impera en sus ideas y en sus formas de relacionarse. Los medios de comunicación y de ocio, como los videojuegos no ayudan a la igualdad.
—¿Diríais que ha evolucionado en los últimos años?
—Diríamos que, en parte del alumnado, se va notando el gran esfuerzo por coeducar que han hecho muchas personas docentes, pero que todavía es muy largo el camino que nos queda. Ahora nos enfrentamos a nuevas realidades como el uso de las redes sociales y debemos afrontar la educación para la igualdad con nuevas estrategias.
—¿Cuáles son las principales dificultades con las que se encuentra la escuela a la hora de trabajar por la igualdad?
—Una de las mayores dificultades es la falta de formación del profesorado en el tema y, también, el poco apoyo de las autoridades educativas para que la coeducación se haga de manera sistemática y global en los centros educativos. No es una prioridad, se sigue dejando en manos de profesorado voluntario.
—¿Qué grado de compromiso existe por parte de los poderes públicos hacia esta problemática?
—Podríamos decir que el compromiso es muy bajo puesto que sigue dejándose en manos de profesorado voluntario, no se prioriza, no se facilita la formación del profesorado en general, no es tema que esté en la agenda de las autoridades educativas.
—¿Cómo afrontan los profesores esta cuestión a la hora de educar en el aula?
—Pues de una forma voluntaria, con mucho esfuerzo personal para formarse fuera de su horario de trabajo, pero también con muchas ganas porque el profesorado que empieza a educar en igualdad ya no vuelve atrás, por lo tanto solo nos queda seguir hacia delante.
—¿Y los padres?
—Las familias no son ovnis, están inmersas en la misma cultura patriarcal que el resto de la sociedad, por lo tanto, encontramos la misma variedad que en la calle. Lo que está claro es que las familias, por lo general, responden perfectamente cuando se les plantea el tema de la igualdad en las aulas.
—En ocasiones se tiene la sensación de que la violencia de género ha aumentado en los últimos años, también entre los adolescentes. ¿Es correcta esta percepción? ¿A qué es debido?
—No podemos hablar de un aumento puesto que no tenemos referencias estadísticas de otros tiempos, pero lo que sí es claro es que actualmente es más visible y eso es positivo porque se ha convertido en un grave problema social que es necesario atajar y prevenir. La juventud de hoy está expuesta a más estímulos de todo tipo y hay que prevenir los casos de violencia de género.
—¿Los resultados de la educación en la igualdad en la escuela son o pueden ser visibles a corto plazo? ¿Cuál es vuestra experiencia?
—Algunas de las cuestiones que tratamos sí que son visibles a corto plazo, puesto que van directamente relacionadas con el modo como nos relacionamos con las otras personas. Otras cuestiones son a largo plazo porque tienen que ver con cómo nos construimos como hombres y como mujeres. Hay de todo.
—¿Qué aporta este libro que acabáis de presentar a un reto tan grande como es la violencia machista para nuestro sistema educativo?
—Este libro es un manual en el que encontrar formas de trabajar en el aula y en el centro educativo, tanto para desaprender la desigualdad como para aprender la igualdad, así como para prevenir la violencia de género en adolescentes y, muy importante, prevenir la lgbtifobia que encontramos en nuestros centros.