El pasado mes de diciembre, el filósofo José Antonio Marina presentó el Libro Blanco de la Profesión Docente, un encargo realizado por el Ministro de Educación y que se asume como un borrador para desarrollar en la legislatura que ahora comienza. La formación y evaluación de los profesores se convirtió en uno de los temas de campaña de los principales partidos políticos ante las elecciones del pasado 20 de diciembre. Como bien explica Marina, “un libro blanco es un documento que de un modo riguroso trata un problema y plantea soluciones para ayudar a la toma de decisiones”. En concreto, este documento es “una propuesta inicial, para ser debatida, completada, desechada o aceptada”, reconoce el autor.
Y entre los puntos más destacados de este Libro Blanco, realizado por Marina junto a expertos educativos como la pedagoga Carmen Pellicer y el profesor Jesús Manso, propone como “ideal” conseguir que los profesores más capaces vayan a los centros más conflictivos y plantea estimular al profesorado con becas de formación, permisos de estudios e incentivos como que “una parte” de los honorarios se vincule a la “excelencia”. “Nos parece admirable que en Singapur, por ejemplo, los maestros consideren un honor ser requeridos para ser trasladados a una escuela para dar clases a un grupo marginal de estudiantes. El traslado se considera un reconocimiento de su calidad profesional», señalan los autores.
Asimismo, el filósofo José Antonio Marina y su equipo proponen siete años de carrera para convertirse en maestro y evaluaciones sistemáticas durante su ejercicio profesional con efectos en el sueldo. Con esto, pretenden que la docencia se convierta en “una profesión de élite” para atraer “a las personas más capacitadas, seleccionarlas y proporcionarles la formación inicial y permanente adecuada”.
Estos siete años se dividirían en un grado de Magisterio o especialidades académicas (cuatro años) y una prueba nacional de selección para ingresar “en el proceso de profesionalización y especialización docente”, que han reconocido como el DEP –Docentes en Prácticas- y que duraría tres años más. Esta prueba daría el acceso a un máster teórico y práctico de un año impartido en una red de Centros Superiores de Formación del profesorado y, a continuación, habría dos años de prácticas docentes (con «retribución adecuada») en un centro educativo bajo la dirección de un profesor tutor.
El protagonismo del DEP
El DEP (Docentes en Prácticas) podría articularse de la siguiente manera: estudios de grado, seguidos de un examen nacional de acceso al DEP, que será una prueba diseñada para comprobar el nivel de conocimientos y competencias necesario para la docencia, universal, nacional, con ‘numerus clausus’ adaptado a las necesidades del sistema educativo. Es decir, sería parecido al MIR sanitario, pero enfocado al mundo de la docencia. “El DEP es un método caro y solo debe aplicarse a alumnos que hayan demostrado su aptitud y que vayan a tener la posibilidad de encontrar colocación”, indican los autores, que advierten de que actualmente aprueban los grados de Magisterio y el máster de Secundaria el triple de las personas que el sistema educativo puede emplear.